Ultimamente atravieso un periódo bastante filosófico en mi vida, siempre he sido bastante precoz y, tal vez por eso, estoy pasando la crisis de los cuarenta con tan sólo treinta y cinco. En esta zozobra filosófica que me envuelve me he dado cuenta de que vivimos en un capitalismo express, una caricatura acelerada de este sistema económico que proyecta sus tentáculos en todos los aspectos de la vida.
Cuando yo era pequeño, las familias comían y se hablaba de las cosas del día. Ahora se come en 20 minutos (poner la mesa incluída) porque hay algo que hacer después. Los establecimientos de comida rápida triunfan. El “póngamelo” para llevar. El tomarse un café con el vaso en la mano caminando por la calle mientra se escucha música por el mp3 y se consulta veinte veces el móvil… estamos taaaan ocupados viviendo que nos olvidamos de vivir.
Esta forma de ser se nos ha inculcado, puede que por eso mismo la crisis nos ha cogido con tanta fuerza. Lo que queríamos lo queríamos para ya y en eso el papel del crédito fácil e instantáneo fue crucial. Compre ahora y pague en un rato, qué importa cuando, lo que importa es que puedes tener lo que quieras y puedes tenerlo ya.
Esta aceleración vital no sólo alcanza al consumo, también a la inversión. De ahí se explica el auge de la bolsa y los productos de apalancamiento financiero, esos de “invirtiendo 10 euros gane 10 millones”… o piérdalo todo, en letra pequeña.
Este mal no sólo afecta al pequeño inversor, también al grande. Los millonarios fondos de inversión que acosan a las grandes empresas en busca de un beneficio rápido aún a costa de convertirse en un parásito que mata a su huésped. Sin embargo, estos fondos no tienen la dignidad de hundirse con el barco, se trata de capitanes que tras hacer que la nave choque con el iceberg, son los primeros en saltar al bote solvavidas para buscar otro barco que parasitar.
Y así, entre prisas, la vida pasa, nos medimos por lo que hemos conseguido o nos han dejado conseguir, con la cabeza llena de cosas que “nos merecemos tener” y no tenemos y con el espíritu envenenado con los logros que acariciamos con las yemas de los dedos y no terminan de llegar.
Sin duda atravieso la crisis de los cuarenta y comprarme un descapotable no es la solución…
Me parece que es la tecnología lo que cambia las costumbres y el modo de vivir. En los últimos diez años se ha producido la expansión de Internet. Es una revolución igual o mayor que la revolución industrial. Cada vez hay más gente conectada permanentemente vía los teléfonos móviles. Y no ha hecho más que empezar.
ResponderEliminarDonde esta aqui el boton de "Like" ?
ResponderEliminar:-)
Un abrazo! (Y muy buen post)
Yo creo que el consumismo express de "téngalo hoy y páguelo mañana" se nos fué inculcado progresivamente. Fíjate la brecha generacional de pensamiento que hay entre nosotros y nuestros padres y abuelos.
ResponderEliminarEllos nacieron en un país atrasado y pobre que sabía que era atrasado y pobre. Eran gente, en general; sufrida, ahorradora, paciente y prudente en sus inversiones.
Nosotros nacimos en un país atrasado y pobre que NO LO SABÍA. Pensábamos que la pobreza de antaño se había ido para no volver. Que éramos europeos como lo son los europeos del norte. Y no nos privamos de nada. Confiábamos en el futuro. Confiábamos en nuestro país.
Hombre, yo creo que cada uno ha de saber hasta qué punto debe o no debe participar de ese capitalismo, sea express o de puchero. Este sistema económico proyecta sus tentáculos en todos los aspectos de la vida, eso es cierto, pero nosotros también tenemos, o deberíamos tener, los recursos suficientes como para no dejarnos abrazar por ellos. Quizá porque viví en una familia que nunca consumió a crédito, y jamás se dejó llevar por lo que tuviera o dejara de tener el vecino, nunca eché de menos nada que no me pudiera permitir, o que me pudiera permitir pero que me pareciera absurdo o ridículo. De siempre me ha traído sin cuidado lo que tuviera el vecino, y nunca tuve nada por tenerlo antes que él. Hasta ahora, salvo la ley natural que te obliga a alimentarte y a protegerte de la intemperie, no hay ninguna otra que te obligue a tener un 4x4 ni una tablet de última generación, ni muchísimo menos.
ResponderEliminarAsí que, Insignificantius, no te comas el coco, y da gracias a que no tienes problemas propios, sino ajenos, que ya bastante son, desgraciadamente. Mi consejo, aunque no soy nadie para darlos, sería que dediques tu vida a pensar cómo deshacerte de dependencias que no son más que cantos de sirena, en lugar de dedicarla a pensar cómo multiplicar tu seguridad, que por otra parte, jamás lo va a ser, por mucho que acumules. Como mi experiencia en eso es muy positiva, ojalá pudiera transmitirte la felicidad que produce cada dependencia de la que te liberas. Eso no se paga con dinero, te lo aseguro, porque cada dependencia que te sacudes es un avance cada vez más grande hacia la independencia, que es lo único que conduce a la libertad. Y la felicidad consiste, ni más ni menos, en ser libre.