viernes, 19 de abril de 2013

Brother, can you spare a dime?

Un dime era una moneda de plata cuyo valor era de diez centavos de dólar a principios del siglo pasado. La frase que hoy da título al artículo se popularizó durante la Gran Depresión que siguió a la crisis de 1929 y no significa, ni más ni menos, que la solicitud de compartir la moneda con el solicitante.

Aunque en nuestro país, tan desarrollado como el que más, siempre ha habido una tasa de pobreza del 20%, aún en tiempos del boom, es ahora cuando, al menos para mí, se está haciendo más visible.

De un tiempo a esta parte, en el transcurso de mis idas y venidas al trabajo, he observado que la pobreza se está haciendo más visible.

Desde hace dos o tres años no hay un supermercado o centro comercial que no tenga en su puerta a un subsahariano con un ejemplar de “La farola” en la mano. Curiosamente, la farola hace años que no se imprime. Se rumorea que alguien compró las últimas tiradas y las ha repartido (o vendido) a ciertas redes de mendicidad.

Otra modalidad consiste en quien cuando te ve salir con un carrito de la compra se acerca esperanzado y paciente para que, cuando acabes de meter la compra en el coche, le dejes devolver el carrito y quedarse con la moneda inserta en él.

También están los que rebuscan en los contenedores, que antes se amparaban en la noche y, ahora, pueden encontrarse a cualquier hora del día, armados con un bastón y revolviendo para encontrar vaya ud a saber qué.

Los últimos en aparecer son los que te paran en la calle y, o bien te piden directamente una moneda o bien te cuentan una historia plagada de detalles acerca de una cartera perdida u olvidada en el autobús y la necesidad de unas monedas para volver a casa.

Finalmente, están los olvidados, los invisibles, los que ya ni piden. Tal vez porque se han resignado a que les de la espalda una sociedad que les ha masticado y escupido porque ya no los necesita.

Todo esto es lo que veo cada día cuando voy y vuelvo del trabajo. Y es jodido, porque cuesta no dar una moneda, pero sabes que no puedes darlas todas. Y es pero cuando sabes, positivamente, que esto no ha hecho más que empezar.

6 comentarios:

  1. El típico tío sentado con el cartel "Soy español, pido para mis hijos" Y cuando le das algo, ni levanta la cabeza. Yo llevo tiempo también notándolo en mi entorno. Mis padres y mi hermano menor viven al borde de la miseria. Menos mal que tienen la casa pagada. De hecho, hace un tiempo reflejé algo parecido también en mi blog en

    http://elartilleroilustrado.blogspot.com.es/2013/01/sindicalista-loco-en-verano-y-hurto.html

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El problema es que somos ahora nosotros los que nos vemos abocados a la emigración (el que puede, claro, el que no, se sienta con ese cartel, supongo que avergonzado, por lo que no te levanta ni la cabeza). Muchos en nuestro entorno vemos cómo viven al límite y la impotencia nos consume (al menos a mí) por no poder ayudarlos. Por suerte o por desgracia aún no estamoss en su situación, pero tal y como está el panorama... nunca se sabe.

      Eliminar
  2. El chorro abierto a la inmigración en los años vertiginosos ahora pasa factura. Siete millones de inmigrantes de baja cualificación en menos de diez años no hay país que lo digiera.

    Recuerdo el efecto Caldera y lo ufano que aquél hombre calculaba los miles más que aún eran necesarios pensando que el colocar ladrillos era para siempre.

    Ahora muchos de esos inmigrantes piden limosna o han ocupado puestos de trabajo y son los españoles los que la piden.

    Aparte están los jetas de toda la vida, los que incluso traspasaban o alquilaban ciertos semáforos o puertas de ciertas tiendas por su alto rendimiento a otros mendicantes.

    ResponderEliminar
  3. El ser humano tiene una asignatura pendiente. Hasta ahora, siempre ha asumido que existe el bien y el mal, la felicidad y el sufrimiento, la riqueza y la pobreza. O sea, el sí y el no. Pero lo ha asumido siempre que el sí sea para unos y el no sea para otros.

    El día que asumamos que el sí y el no deben formar parte de todos, quizás emprendamos el camino para la erradicación del no. No sé si es posible la inexistencia del no, pero mientras nos neguemos a llevar parte de él y lo sacudamos sobre otros, negándoles el sí, será imposible que algo cambie, como no sea a peor.

    ResponderEliminar

  4. Bucan. Predicas en el desierto. Esto es un tema que quema y nadie quiere meter la mano en el fuego por miedo a la incorrección política. Incluso el ínclito Niño Becerra se queda siempre en las puertas del infierno de la corrección.

    Fractalio. Que sí, que todos somos hermanos putativos y que nos comportamos como Caínes, pero lo tuyo es el sermón de la montaña en versión internet.
    Amigo, asume lo que es y deja de soñar con mundos de ficción que, de llegar, serían, posiblemente, una catástrofe apocalíptica.

    ResponderEliminar
  5. Arnau, tengo asumido lo que hay hace un montón de años. De ahí que me tome la libertad de exponer mis ideas, pensamientos y conclusiones acerca de este sistema que acabará con todo. Por mucho que te parezcan sermones de la montaña y mundos de ficción. Y continuaré haciéndolo mientras el dueño de este espacio me lo permita, o mientras no me diga que tengo que pedirte permiso a ti antes de comentar.

    ResponderEliminar

Twitter Bird Gadget