martes, 12 de febrero de 2013

El monopoli español



Sentados a la mesa, ante el tablero del monopoli, estaban los cuatro jugadores: el azul, el rojo, el verde y el negro. A éste último le dieron algunas páginas del libro de reglas para que las fuera leyendo, mientras, el jugador verde se pidió ser la banca, el azul declaró que, puesto que el juego era suyo, cada vez que tirara el dado, saliera lo que saliera, sería un seis. Para finalizar, el rojo se proclamó dueño de las casillas de empresas, pues era amigo del azul y, por tanto, tenía ciertos privilegios.

Comenzaron a jugar y el azul sacó… bueno que más da, era un seis. Le tocó una carta de suerte que ni leyó, el verde le pagó lo que quiso sin dar explicaciones. Además, el azul rebuscó entre el montón de cartas hasta que consiguió dos de salida de la cárcel.

Después tiró el rojo, llegó a la casilla de compañía eléctrica y, como era suya, aprovechó que el jugador negro había ido a por refrescos para todos para tirar otra vez y comprar una calle.

Cuando llegó el negro, tiró. Cayó en la casilla de electricidad y preguntó cuánto había de pagar. El rojo, sin mirar la carta de hipoteca, le dio una cifra, la que quiso. Cuando el negro protestó por lo abusiva de la cantidad, los otros tres jugadores juraron y perjuraron que la cifra estaba bien. El negro, resignado pagó.

El verde ni siquiera tiró el dado, no le hacía falta pues ya era el dueño de todo el dinero. Aunque, en teoría, el dinero era del juego y no suyo, la mayoría de los jugadores, a excepción del negro, estaban de acuerdo en que podía hacer con los billetes lo que quisiera, siempre y cuando les ayudara en sus chanchullos.

Adivinad quién perdió la partida.

Adivinad quién cumplió con todas las reglas.

Lo triste es que el negro no se dio cuenta de que el juego lo había pagado él, por mucho que el azul dijera que era de su propiedad.

España es un país con múltiples libros de reglas, unas para unos y otras para otros. Y donde, los de más allá, ni tienen reglas, ni las necesitan y, si se diera el caso de hacerlo, se las harían a medida.

Por eso hoy se votará en contra de la dación en pago. Por eso tenemos la electricidad más cara que en Francia, por eso tenemos la adsl más cara de Europa, por eso tenemos precios europeos y salarios africanos, por eso aquí no tenemos ley de segunda oportunidad como en otros países…

Por eso la única salida que tendrá el país vendrá de los ciudadanos y no de los políticos. Son el problema, no la solución.


3 comentarios:

  1. Todo, absolutamente todo el actual mecanismo de los sistemas públicos ha sido importado de los privados. Es un calco absoluto del funcionamiento de las multinacionales, o lo que es lo mismo, de la mafia, con sus reglas, blindajes, sobornos, amenazas, chantajes, venganzas y chanchullos. Los demás, a obedecer, y si no, al ostracismo, o al otro barrio.

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  2. De eso el sector financiero no quiere ni hablar. ¡Dación en pago! (banquero tapándose la cara y cerrando las cortinas), la excusa será la de siempre que el sector no quiere "intoxicarse de ladrillo". Lo que quiere decir, en roman paladino, que no quieren asumir pérdidas.
    Me hace mucha gracia cuando de vez en cuando leo, oigo o veo en los medios de comunicación que a los ciudadanos "nadie les puso una pistola en la cabeza para que firmasen la hipoteca", también podría contestárseles que "nadie les puso una pistola en la cabeza" para concederlas. Claro, el tema es que lo que compran con su inversión es al piso Y los que viven dentro. Les doy un techo y trabajan para mí 40 años, para cuando acaben de pagar el piso ya no valdrá ni la mitad. Pero salió mal la jugada, resulta que los inquilinos están en la miseria prematuramente... ¡Dación en pago! ¡Un piso vacío más y sin esclavos! Nada, Mariano, nada, seguimos con la ley "actual" (de 1900 ma o menos), depreciamos el piso un 50%, lo pillamos y seguimos exprimiendo a los esclavos. Así no asumimos pérdidas. Y recibimos dinerillo de Europa por las molestias.

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  3. En España no hay políticos, hay empleados de partidos políticos. Y me temo precisamente que salen del "pueblo", no son gente especialmente inteligente y preparada con conocimientos de economía y tecnología, sino que son más bien los listillos del pueblo y del "pueblo".

    El principal problema de España son los partidos políticos, auténticas empresas que viven de la subvención pública y tienen una política de contratación de personal nefasta: mediocres y vendepeines.

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