lunes, 25 de febrero de 2013

Ingeniería financiera


Tiburcio Cabanillas era un labriego como otro cualquiera, su apacible vida se reducía a su familia y a su huerto en la Vega del Chorizo Alto. Un día fue a por el pan y, al llegar a la panadería de Nicolás, se dio cuenta de que se había olvidado el dinero. Como Nicolás era un fiel cliente de Tiburcio llegaron a un acuerdo: a cambio de tres barras de pan, Tiburcio se comprometió a entregar a Nicolás una sandia cuando llegara el momento.

Como los dos solían olvidarse de las cosas, Tiburcio apuntó en un papelito: “Vale por una sandía gorda. Firmado: Tiburcio Cabanillas”. Cuando el labriego abandonó la panadería, Nicolás de felicitó por el buen negocio que había hecho, pues tres barras costaban 1’50 euros y, sin embargo, él solía comprar las sandías por 2 euros a Tiburcio.

Al rato, llegó doña Felisa a la tienda, vio el papel de la sandía y se interesó por él. Nicolás, un ávido negociante, le contó a doña Felisa que, como se preveía que la cosecha fuera mala, él había decidido asegurarse para sí una de las jugosas sandías de Tiburcio. La clienta, ante la posibilidad de quedarse sin sandía durante el verano, decidió hacerle una oferta a Nicolás: pagaría 2’50 por el papel de Tiburcio.

Cerrada la transacción, ambos intervinientes quedaron satisfechos, él con el beneficio y ella con su sandía asegurada. Con el reconocimiento de deuda bajo el brazo, doña Felisa llegó a su casa y presumió de su previsión ante su marido. Éste, consciente de que ante una escasez de sandías, el papelito que traía su mujer aumentaría de valor, decidió que podía pasar un verano sin postre a cambio de una ganancia. Tras convencer a su mujer y buscar un cliente propicio, el marido de doña Felisa vendió el papelito a don Cosme, por 4 euros.

A don Cosme no le gustaba la sandía, pero reconocía un buen negocio cuando lo veía, faltaban dos meses para el verano y cada día que pasara, el papelito que representaba la deuda ganaría más y más valor, sobre todo, tratándose de una sandía “gorda”. Para hacer la operación más atractiva, don Cosme escribió por el otro lado del papel: “Cesión preferente a posteriori de productos hortifrutícolas con preferencia máxima”. Con el nuevo nombre, la deuda entre Tiburcio y Nicolás sonaba aún más interesante.

El tiempo fue pasando y la “Cesión preferente a posteriori de productos hortifrutícolas con preferencia máxima” fue aumentando de valor.

Cuando llegó la cosecha de sandías, Tiburcio le llevó su expléndida sandía al panadero, éste se la dio a doña Felisa, ésta a su marido, etc… etc…

Tras cumplir con su deuda, Tiburcio fue al mercado a vender sus sandías, a dos euros, extrañado por ver a un loco intentando vender una sandía, muy parecida a la que había llevado a Nicolás unas horas antes, a 40 euros.

6 comentarios:

  1. Magnífico!!!! La burbuja inmobiliaria para todos los públicos!!!!

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  2. Muy buena historia. En realidad los inversores en el pagaré de la sandía eran inversores de riesgo. ¿Y si llega a ver una helada y no hay ninguna sandía ese año?. ¿Eh?. Ja, ja, ja.

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  3. Sólo felicitarte por lo bien que cuentas las cosas y lo amenas que las haces, lo cual es muy de agradecer en los tiempos que corren. Ya nos gustaría que se nos explicaran los intríngulis así de claro, sobre todo para aquellas personas que pueden tener más dificultad para interpretar correctamente los malavarismos dialécticos de los que se sirven algunos con el fin de confundir y despistar.
    Enhorabuena.

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  4. Muchisimas gracias Lorenzo, comentarios como el tuyo hacen mas facil estar en la brecha cada dia!

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  5. Estoy muy interesado en saber de dónde has sacado el nombre de Tiburcio Cabanillas

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    Respuestas
    1. Pues me lo invente, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

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