Una verdad incomodísima

Tengo el triste deber de deciros algo que ni vosotros queréis oír ni yo quiero decir, pero es lo que creo que es y no tengo más remedio que sincerarme con vosotros.

No vamos a salir de esta.

Por mucho que me disguste, he de reconocer que esto no es una crisis sino la evolución natural de un sistema que hace 23 años hace aguas. Sí, 23, desde 1989.

Hasta 1989 occidente vivía en una burbuja. Los trabajadores estaban aislados de la ingente mano de obra barata que se iba acumulando en los países del este y China. Con la caída del muro, una gran cantidad de mano de obra se incorporó al mercado laboral. Las consecuencias de esto son bien conocidas por todos: deslocalización y congelamiento de salarios.

Lógicamente, los que mandan sabían que con los salarios congelados el consumo en occidente tenía las horas contadas. Había que solucionar esto, ¿cómo? Pues con crédito fácil y barato.

Durante 18 años esto funcionó bien hasta que llegó un momento en que la cosa no daba para más. Y llegó esta crisis que, como reza el encabezamiento del blog, es sistémica. Vamos que nos está gritando que el capitalismo se va a la m..erda y ya se han agotado los posibles recursos para alargar su vida.

Se que pensáis que soy un pesimista, puede que si lo sea, pero os invito a hacer una reflexión: ¿qué sector hará que España vuelva a ser lo que era? El talento se desangra por nuestras fronteras. La construcción está agotada hasta límites ridículos (aeropuertos y aves infrautilizados en el mejor de los casos) y el turismo, bueno es modelo de sol y playa no da para mucho más… y esperad a que las tensiones en el norte de África se reduzcan y veréis lo que pasa. Ya no somos ese país en el que los ingleses y los alemanes se aprovechaban de un excelente cambio de divisa.

De modo que ¿dónde colocamos a los millones de personas que componen la masa de mano de obra poco cualificada que antaño absorbía construcción y turismo?

No, las cosas no volverán a ser nunca como fueron antaño y cuanto antes lo aceptemos, mejor. No os dejéis engañar, no penséis lo contrario, por mucho que creerlo sea un dulce placebo.

Cada vez somos más gente y, sin embargo, la tarta cada vez es más pequeña.

¿Dónde acabara esto?

Permitidme contaros algo.

El mismo día de la toma de la Bastilla, Louis XVI escribió en su diario: “hoy no pasó nada importante”; sin duda se enteró de que algo estaba pasando cuando se entrevistó con el duque de La Rochefoucauld-Liancourt, a quien le preguntó: “¿Por qué sucedió? ¿Es esta una revuelta Señor?”, a lo que el duque respondió: “No, es una revolución”.

¿Y sabéis qué? Ojalá me equivoque.